viernes, 30 de noviembre de 2007

Diego

Sometimes tu gélido expresar afectivo me emputece.
Sometimes tu humor negro me agota.
Sometimes tu perspicacia me asombra.
Sometimes tu gringoveneración me descoloca.
Sometimes tu contrariedad con todo y todos me aburre.
Sometimes tu honestidad me azota.
Sometimes, everytimes, agradezco tu precencia, porque eres el oportuno abrazo, la oportuna puteada, el exacto y perpetuo silencio, el preciso consejo, el justo sarcasmo, el certero hermano, el certero amigo, mi amigo.
Te quiero.

sábado, 24 de noviembre de 2007

paradero 307

Sofía se llamaba, creo. Todavía con resaca y medio mareada me contaba, mientras espejo en mano retocaba su rostro ajeado por la noche, su micro-historia llena de anécdotas.
La micro iba llena y su hedor a fiesta contaminaba el lugar, pero la ternura que emanaba su rostro de niñita cuica y perna hacía que este fuese más un chiste que una molestia para los pasajeros.
"Me dai agua porfa" me preguntó medio compungida y risueña, dandole inicio a nuestro diálogo.
Que un pub, que unos tragos (de más de tres ingredientes y dulzones, típico de las minas), que unos pitos, que luego la disco, que luego el bajón, que luego unos tipos, que tomar en la playa, que luego una casa desconocida y sábanas ajenas fueron la tónica. Que jamás se habría imaginado haciendo tanta locura, que era virgen, ¿que si me aburría con la historia? Para nada, se volvía más interesante en cada detalle, le pregunté qué había sido lo más alocado y me dice "todo, es una escalada, pero lejos fue el departamento de estos tipos"
"Cuentame" le dije, el trayecto era largo y la odiosidad de este hacía interesante cualquier anécdota por aburrida que fuese.
Sentada en el sillón, ebria, volada y atrevida propone poker desnudista.
Lo que el alcohol, marihuana, tequila y piel expuesta conjugan es, para cualquier mortal carnal, obvio: SEXO. Entre pudorosos intervalos a lo largo de su relato se cuestionaba sin mucha culpa como se había atrevido, que jamás se habría imaginado haciendo algo así, etc. y continuaba con su historia, recordaba haber besado a un tipo, luego a otro, este otro a su amiga y su amiga más tarde al tercero y entre lagunas mentales llegó a recordar el episodio de la cama, en la cual cinco almas despojados de inhibiciones y pudores daban rienda suelta a sus instintos, donde su razocinio resultó mutilado y sus lados más animales expelían monarquía.
Relata con viveza y la mirada lejana, puesta en horas pasadas, el éxtasis que la capturó en cada fragmento de segundo de esos instantes, describía el olor a piel y sexo que inhalaba en cada jadeo, la sensación del roce desnudo de cuerpos y se impresionaba con la comprensión del idioma del placer y la carne. Rememoraba intensamente la muchacha a mi lado, casi al borde del orgasmo, pero intespestivamente su mirada vuelve al bus, la disipación del alcohol en su cuerpo le devolvía de a goteras su pudor.
Prosigue, otra laguna mental y el despertar, algunos se fueron, otros descansaban en otra habitación, otros dormían y solo se encontraba ella enredada en esas sábanas ajenas, sudada, despeinada, con sed y desnuda. En un acto de agradecimiento por la extraña experiencia deja su ropa interior colgada de la manilla de la puerta y como levitando salió del departamento, ni apurada ni atolondrada.
Comió algo rápido en la calle y tomó el bus, allí sentada, medio mareada me pidió agua, mientras iba agregando detalles sueltos y disgregados que recordaba con el pasar de los minutos y la ebriedad, en su mayoría se trataba de datos picantes del tiempo en la habitación, hasta yo mismo me asombré y levantaba mis cejas meneando mi cabeza en signo de aquello.
Se vino el típico comentario de mina "yo esperaba perder mi virginidad en una situación más romántica, enamorada, algunas rosas por aqui por allá, música lenta, tu cachai po" dispuesto a escuchar la catarsis de arrepentimiento cuestionante lanza otra "pero no me arrepiento, más que mal conocí lo bueno altiro" y sentí casi enamorarme de la joven, porque como hombre obedezco al pragmatismo.
Aqui me bajo yo - dijo, me agradeció por el agua y el oido, me besó en la mejilla y descendió, por un instante me abrazó un delgado hilo de nostalgia de que no me acompañase hasta mi paradero, pero respondiendo a la sutileza de este sentimiento le dije adiós.
Como si fuesemos amigos y por la simpatía que despertó la muchacha me levanté del asiento situando en la última fila del bus para despedirme de ella, yo agitaba mi mano y ella respondía a mi gesto acompañada de carcajadas, busqué en mi bolso un pañuelo para hacer más jocosa la situación y encontré un diminuto pedazo de género que tomé entre dos dedos, comenzé a abatirlo como las magdalenas que despiden a su marinero, ella reía más y más brillante se veía.
Cuando el bus comienza a avanzar la muchacha se lleva las manos a sus mejillas, clava la mirada en el pequeño retazo que flameaba en mi mano y yo le copio, mi brazo deja el movimiento y me encuentro con una diminuta braga colgando de entre mis dedos, mientras la distancia nos disipaba quebramos el hipnótico momento pentrando intensamente nuestras pupilas quemantes y dilatadas, al unísono de la penetrante mirada que estrellamos, mezcla de sorpresa, pasión y erotismo, recordamos la extasiante noche que habíamos compartido y en tanto el bus nos volvía cada vez más pequeños, más grandes la satisfacción nos henchía por al menos poder recordar nuestros rostros y levemente nuestros nombres. Sofía creo que se llamaba, Sofía...

domingo, 11 de noviembre de 2007

El Perfume - Patrick Süskind

Hace un par de meses estaba en una tienda de arriendo de películas, me encontraba buscando y buscando en las estanterías con una idea vaga de lo que quería ver esa noche. Tentativamente llegué frente a una carátula interesante, era "El Perfume", película basada en el libro de Patrick Süskind.

Casi por instinto me rehusé a verla, salí del local con otra cinta y en un acto de obstinación prometí no ver la película en cuestión sino hasta leer el libro. En esos días se aproximaba mi cumpleaños y decidí elaborar un listado de autores para sugerirlos como regalo, el compilado de títulos fue divulgado y en él iba Patrick Süskind escrito.


Con un mes de atraso me llega un pequeño paquetito, un regalo de un tío muy querido que si de lectura se trata siempre acierta con un buen libro y esta vez no era una excepción, para mi tuvo el acierto mgistral que lo llevó a coger de las repisas de la librería ese libro.
Lo abrí y cual infante frente a la conmoción de una emoción positiva me puse a saltar diciendo "¡el perfume, el perfume, el perfume!".

Y así, no obstante la turbación, dilaté la lectura hasta tener tiempo suficiente para deleitarme con cada una de sus letras, puntos y comas. Llegado este momento me vastaron solo tres días para leerlo, tres días para inmiscuirme en una historia rica en giros, sencillez e intriga.

Süskind, en El Perfume, embeleza con su simplicidad y sin necesidad de albergarse en pomposas descripciones o verborreicas y rebuscadas frases, logra aprisionar al lector, proporcionando con su candidez historia al lector como droga al adicto.

Los hedores, la castidad, la belleza y horripilancia son tan evidentes en cada línea como la genialidad del autor, se sienten los olores, se siente la locura, se siente la lectura.

Giros insperados, dilataciones necesarias, descripciones prolijas y metáforas sencillas vuelven cada vez más seductora la lectura, si, seductora, esa es la palabra precisa, pues él, Süskind, me sedujo con este libro y tuvimos un affaire lecturístico que no pienso olvidar.

Indiscutiblemente es el mejor libro que he leído, es ese tipo de lectura que atrapa en sentido literal; el teléfono, los quehaceres, el trabajo, todo se convirte en estorbos malditos que intefieren en esta compenetración con Grenouille.
La bulla no existe como distractor, no molesta con su insolencia, porque la misma obra, imponente y soberbia, la manda a callar cuando capta la atención del que lee, atención la cual se vuelve respetuosa y sumisa frente a las líneas.
El corazón se rinde a la emoción e intriga, desbocándose y enfriándose según el pasaje por el que se esté viajando, escalofríos recorren la médula hasta la nuca al son de Jean-Baptiste y sus pasos; aveces de manera sutil y otras intespertivamente el texto moviliza el cuerpo y los afectos, es verdaderamente un conglomerado de maestría.

Si me preguntan que libro les recomendaría leer supongo que es evidente.

De la película ni idea, aun no la veo pero es como de perogrullo que jamás va a relatar con tanta minuciosidad y elegancia la historia de un asesino descarnado, demente y brillante como Jean- Baptiste Grenuille.

Saludos, PAZ.

Con fecha 23 de mayo de 2008 hago una modificación en el texto para contar que ví la pelicula y que nada tiene que ver con el libro, se basta en este, mas Grenuille no se desarrolla de la manera tan completa como lo hace en las líneas escritas por Süskind.
Entre letras e imágenes, sin duda alguna, las letras ganan esta batalla.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Tan azul


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Con los ojos apretados, los puños aferrados a las sábanas y un sollozo de resignación aceptó despertar. Comienza el día y ella camina inerte entre la gente, con un respirar lento y pesado en el pecho. El aire le resulta espeso.
Siempre transportada a otro lugar, a otra realidad, con la mente atiborrada de historias de amor imposibles, camina torpemente por la vereda mientras escucha siempre la gastada canción que le recuerda a él, sus compases son más que familiares, las notas se impregnan en su piel, y la melodía le otorga una sutil sensación levitativa al caminar.
Va escuchando la gastada canción, la única almacenada en su pendrive y a lo lejos divisa una figura conocida; si, era él, detiene el paso perpleja, su cuerpo se paraliza, el corazón se enmaraña en espasmos y arritmias nerviosas y un frío comienza a emanar de éste cubriendo su cuerpo con una gélida sensación, enfriándosele hasta la llema de los dedos, los ojos, las mariposas de hielo en su vientre e incluso su voz, la que vidriosamente y tras un esfuerzo colosal logra tímidamente producir un quebradizo saludo.
Esos fueron sus treinta segundos de gloria durante el apático día. Recobra el calor corporal, el corazón retoma su ritmo abatido para continuar su andar torpe, acompañada de la gastada canción y ausente en mente funciona quién sabe como.
Llega la noche, la tan esperada noche, cierra la puerta de su habitación, con un resuello de tranquilidad sella lo que fue su patético día, y ahi, entre ínfimos metros cuadrados siente reencontrarse con la vida, en un cuchitril desordenado pero oloroso, en un espacio reducido siente rozar la sensacion excelsa de eternidad que proporciona la felicidad y el amor.
Por fin dormir, por fin encontrarse con él, por fin besarlo y sentir su piel, por fin tenerlo junto a si, por fin apagar la luz y solo soñar.
Cierra los ojos y su rostro se convierte en tibia porcelana adornada por su sublime sonrisa, repasa una, dos, diez veces los treinta segundos de gloria para retener cada detalle de este hombre que le despoja la vida bajo la luz del sol, pero se la devuelve al alero de las estrellas.
Repasa la figura de este hombre de penetrantes ojos azules, tan azules como el horizonte, donde el cielo y el mar se reunen, tan azules como el viento aterciopelado que sopla en primavera, tan azules como el anillo que delinea la luna llena donde se junta su luz y el infinito del universo... Recuerda sus labios rosados, ajados y pulcros a la vez, y su sinuosa nariz tan perfecta como el azul de su vista.
Construida la fotografía se entrega a la quimera, la cual para ella justifica su existencia y vive, vive, vive mientras sueña...
Solo así lo tenía, solo en espejismos construidos con el sudor de utopías y fantasías, solo asi alcanzaba a robarle un poco de azul y un beso tibio...
Estaba enamorada, enamorada hasta las tripas de un hombre que conocía en sus sueños, que durante el día veía lejano y distante enterrado bajo libros y divariaciones epistemológicas, mas esa distancia embelesaba su belleza, refinaba su idealización y a la vez lo hacía más remoto...
Y así durante largo tiempo esperaba con ansias aferrarse a las sábanas y delinear su rostro con una onírica sonrisa.
Día tras día comenzaba a odiar más el fulgor del día, los amaneceres y sus aves, día tras día el lobrego cuartucho se convertía en el cobijo casi celestial de su alma enamorada.
Miles de sueños, miles de escenas, miles de besos y apasionados encuentros habían protagonizado las películas nocturnas que con naturalidad construía inconcientemente.
Miles de noches, miles de sueños, miles de miles...hasta que henchida del profundo amor que sentía por ese hombre de ojos azules y labios ajados, extenuada por el frío turulato que obstruía correr hacia él para contarle cuantas noches la había acompañado, cuantos sueños había construido, cuantos versos le había escrito y cuanto amor había sembrado en su espiritu fértil, cansada llegó a su refugio, escribió el epílogo para su amarillento cuaderno repleto de versos, los más bellos que se han escrito, los más bellos que se han escuchado, indicó a quién entregar el cuadernillo y con su mano atestada de pastillas somníferas se llevó a la boca estos elíxires de muerte, el pasaje a su propio edén.
En tanto algunas pastillas desgarraban la garganta a su paso y otras se deshacían en su boca, una curiosa serenidad la embaucaba, la que se erigía sobre la certeza de que este sería su último sueño mas sería infinito, e infinitamente estaría junto a él, el hombre de ojos azules, tan azules como el infinito desnudado por la luna y tan azules como el último suspiro de vida de esta mujer onírica y enamorada.