Escuché un mito tiempo atrás, es acerca de mujeres, mujeres que cargan un gran dolor en el alma por culpa de un hombre, dicen que en una desconocida isla de México, un 17 de noviembre de no sé que año, una mujer, trastocada por haber visto a su marido con otra en la pomposa habitación que habían alquilado para pasar su luna de miel, se vistió con su traje de novia, agasajó su rostro, maldijo al patán que destrozó su vida y se internó en el mar para nunca volver a ser vista.
Desde ese día y para cada aniversario de su muerte, muchas mujeres, corroidas por el rencor y la venganza, embaucan a sus parejas para llevarlos a aquel paradisíaco lugar.
Es un secreto que se lleva en los ojos, la vitrina del alma, y como tal, refleja el tribulante andar de un corazón desdichado. Ese dolor lo descubre sagazmente una mujer que ha estado en la isla y en una subrepticia mirada reconoce a quién necesita saber el sacramento de La Vinka, como le dicen a la mujer que murió en el mar, amargada y ahogada en penas, y...
-Que pendejadas que me dices-Interrumpió de manera abrupta y sardónica Rocío.
Valentina, quien recitaba el mito, cual poema hiperaprendido, con la mirada en la nada de la lejanía y la taza de café en el aire desde que comenzó a hablar, quebró su estado transitorio de concentración y regañó:
- ¡Puta que erí mal educada! - dijo, con el ceño fruncido y posando sin alguna delicadeza la taza de café en su platillo, que acusó el malestar de Valentina y despidió la cuchara al piso; sonajero de loza en manifiesto de disgusto.- Aquí viene lo más interesante, cómete la media luna y me escuchas, que me di la lata de escucharte cuarenta y cinco minutos hablar sin parar y a mi me gusta este mito- Sentenció con dureza.
Cuando una mujer reconoce en los ojos de otra su desdicha, le revela el secreto, y de alguna quimérica forma llega a la isla con ese miserable que opacó su mirada, a las o:oo hrs del 17 de noviembre una mujer desnuda, hermosa, de penetrantes ojos negros y larga cabellera, camina por la orilla de la playa; ellos, quienes fueron llevados engañados para ser vengados por su traición, caen en un hipnótico trance y van en busca de la furtiva caminante. ¡Es un espectáculo! Decenas de hombres apareciendo por todos los resquicios de la isla, conglomerándose en un pequeño espacio de arena, caminando mecánicamente tras la misteriosa persona de perfecta fisionomía... En ese preciso instante la mujer que llevó a la muerte a su pareja tiene la oportunidad de perdonarlo, pues cuenta con la certeza que tras ese día jamás volverá a verlo, mas si el dolor, la ira y la miseria son superiores, cierras tu ventana y das la espalda para no volver a verlo más, mintras tras de ti él se introduce en el mar, siguiendo a La Vinka que desnuda, coqueta e irreconciliable se lleva consigo a una basta cantidad de hombres que jamás vuelven a ser vistos ni recordados...
Valentina toma un sorbo de café tibio, su rostro se contrae y traga de mala gana- ¡Otro porfavor!- le pide al mesero -¿Y? ¿Que crees?-Se dirige a Rocío.
-Que La Vinka me da miedo y que te veías profundamente ridícula con la taza en el aire mientras hablabas- prende un cigarro.
Un incómodo silencio impera en la mesa.
-¿Pero qué crees?- Interviene nuevamente Valentina.
-Que es un buen mito Vale, pero no sé por que me lo cuentas ¿quieres que ahogue a José?- se ríe a carajadas por cinco segundos y su rostro retoma la dureza que el dolor le impuso- Porque el muy infeliz se lo merece- da una fuerte aspirada al cigarro- tu siempre andas con tus analogías, tratando de hacerme pensar, como si fuese fácil tener claridad y objetividad en estas instancias, si esto se trata del perdón te prometo que me lo cuestiono todas las noches, La Vinka murió de amor, o desamor mejor dicho, pero... ¿es justo?- se reclina en el espaldar de la mesa y toma su cabello con ambas manos, suspira con pena y reclama- ¡No es justo po!-deja caer los brazos con fuerza sobre sus piernas- se inclina hacia Valentina y despacito pregunta- ¿Tu que crees?-
-Creo que tus ojos están opacos Rocío, que has llorado hasta el cansancio, que abusas de la autovictimización y te ves patética en ese papel, ¿crees que no sé que se siente? ¡Lo sé! ¡Lo sé bien maldita sea! ¡lo sé!- con un movimiento raudo le quita el cigarro a Rocío y fuma con fuerza, exhala el humo y con él la ansiedad que intentó gobernarla hace un segundo- y respondiendo a tu pregunta, creo que no es justo que La Vinka se haya ido en el mar, que no era ella quién debería haber muerto de pena, creo que te has desvelado muchas noches pensando una y mil veces que hacer con tu vida y te entiendo.-
-Si sé que me entiendes, pero yo soy diferente, soy...-
-¡Pero!- retoma su discurso, omitiendo la intervención de Rocío, quién casi como deporte acostumbra interrumpir- sin embargo creo fehacientemente que cerrar esta ventana fue la mejor decisión que pudiese haber tomado en mi vida, y estoy segura que anhelas ver el espectáculo de cuarenta y tantos hombres caminando en la arena tras un etéreo ser- Rocío se confunde, Valentina saca un billete de su cartera, lo deja sobre la mesa y finaliza- dejo en tus manos este secreto y tu sabrás si cerrar o no esa ventana que puede ser la solución a tu pesar o tu condena, pero creeme, tras esa magdalena que está vuelta un estropajo patético existe algo de fuerza, ira y frialdad que llevarán tus manos al cerrojo de aquella ventana que te conté para asegurarte tres, cuatro, cinco veces que está bien cerrada y darle la espalda y como poema de reinvindicación y vendetta terminar todo con un suspiro aliviante, mezquino, pero alviante.
Toma el último sorbo de café, le da unas palmadas de empatía en el hombro a Rocío y se marcha, dejando tras de ella el secreto develado y la puerta abierta para ser complice de una muerte más, que en las manos de su amiga cobraría justificación.
Desde ese día y para cada aniversario de su muerte, muchas mujeres, corroidas por el rencor y la venganza, embaucan a sus parejas para llevarlos a aquel paradisíaco lugar.
Es un secreto que se lleva en los ojos, la vitrina del alma, y como tal, refleja el tribulante andar de un corazón desdichado. Ese dolor lo descubre sagazmente una mujer que ha estado en la isla y en una subrepticia mirada reconoce a quién necesita saber el sacramento de La Vinka, como le dicen a la mujer que murió en el mar, amargada y ahogada en penas, y...
-Que pendejadas que me dices-Interrumpió de manera abrupta y sardónica Rocío.
Valentina, quien recitaba el mito, cual poema hiperaprendido, con la mirada en la nada de la lejanía y la taza de café en el aire desde que comenzó a hablar, quebró su estado transitorio de concentración y regañó:
- ¡Puta que erí mal educada! - dijo, con el ceño fruncido y posando sin alguna delicadeza la taza de café en su platillo, que acusó el malestar de Valentina y despidió la cuchara al piso; sonajero de loza en manifiesto de disgusto.- Aquí viene lo más interesante, cómete la media luna y me escuchas, que me di la lata de escucharte cuarenta y cinco minutos hablar sin parar y a mi me gusta este mito- Sentenció con dureza.
Cuando una mujer reconoce en los ojos de otra su desdicha, le revela el secreto, y de alguna quimérica forma llega a la isla con ese miserable que opacó su mirada, a las o:oo hrs del 17 de noviembre una mujer desnuda, hermosa, de penetrantes ojos negros y larga cabellera, camina por la orilla de la playa; ellos, quienes fueron llevados engañados para ser vengados por su traición, caen en un hipnótico trance y van en busca de la furtiva caminante. ¡Es un espectáculo! Decenas de hombres apareciendo por todos los resquicios de la isla, conglomerándose en un pequeño espacio de arena, caminando mecánicamente tras la misteriosa persona de perfecta fisionomía... En ese preciso instante la mujer que llevó a la muerte a su pareja tiene la oportunidad de perdonarlo, pues cuenta con la certeza que tras ese día jamás volverá a verlo, mas si el dolor, la ira y la miseria son superiores, cierras tu ventana y das la espalda para no volver a verlo más, mintras tras de ti él se introduce en el mar, siguiendo a La Vinka que desnuda, coqueta e irreconciliable se lleva consigo a una basta cantidad de hombres que jamás vuelven a ser vistos ni recordados...
Valentina toma un sorbo de café tibio, su rostro se contrae y traga de mala gana- ¡Otro porfavor!- le pide al mesero -¿Y? ¿Que crees?-Se dirige a Rocío.
-Que La Vinka me da miedo y que te veías profundamente ridícula con la taza en el aire mientras hablabas- prende un cigarro.
Un incómodo silencio impera en la mesa.
-¿Pero qué crees?- Interviene nuevamente Valentina.
-Que es un buen mito Vale, pero no sé por que me lo cuentas ¿quieres que ahogue a José?- se ríe a carajadas por cinco segundos y su rostro retoma la dureza que el dolor le impuso- Porque el muy infeliz se lo merece- da una fuerte aspirada al cigarro- tu siempre andas con tus analogías, tratando de hacerme pensar, como si fuese fácil tener claridad y objetividad en estas instancias, si esto se trata del perdón te prometo que me lo cuestiono todas las noches, La Vinka murió de amor, o desamor mejor dicho, pero... ¿es justo?- se reclina en el espaldar de la mesa y toma su cabello con ambas manos, suspira con pena y reclama- ¡No es justo po!-deja caer los brazos con fuerza sobre sus piernas- se inclina hacia Valentina y despacito pregunta- ¿Tu que crees?-
-Creo que tus ojos están opacos Rocío, que has llorado hasta el cansancio, que abusas de la autovictimización y te ves patética en ese papel, ¿crees que no sé que se siente? ¡Lo sé! ¡Lo sé bien maldita sea! ¡lo sé!- con un movimiento raudo le quita el cigarro a Rocío y fuma con fuerza, exhala el humo y con él la ansiedad que intentó gobernarla hace un segundo- y respondiendo a tu pregunta, creo que no es justo que La Vinka se haya ido en el mar, que no era ella quién debería haber muerto de pena, creo que te has desvelado muchas noches pensando una y mil veces que hacer con tu vida y te entiendo.-
-Si sé que me entiendes, pero yo soy diferente, soy...-
-¡Pero!- retoma su discurso, omitiendo la intervención de Rocío, quién casi como deporte acostumbra interrumpir- sin embargo creo fehacientemente que cerrar esta ventana fue la mejor decisión que pudiese haber tomado en mi vida, y estoy segura que anhelas ver el espectáculo de cuarenta y tantos hombres caminando en la arena tras un etéreo ser- Rocío se confunde, Valentina saca un billete de su cartera, lo deja sobre la mesa y finaliza- dejo en tus manos este secreto y tu sabrás si cerrar o no esa ventana que puede ser la solución a tu pesar o tu condena, pero creeme, tras esa magdalena que está vuelta un estropajo patético existe algo de fuerza, ira y frialdad que llevarán tus manos al cerrojo de aquella ventana que te conté para asegurarte tres, cuatro, cinco veces que está bien cerrada y darle la espalda y como poema de reinvindicación y vendetta terminar todo con un suspiro aliviante, mezquino, pero alviante.
Toma el último sorbo de café, le da unas palmadas de empatía en el hombro a Rocío y se marcha, dejando tras de ella el secreto develado y la puerta abierta para ser complice de una muerte más, que en las manos de su amiga cobraría justificación.